miércoles, 18 de diciembre de 2013

Allí, donde los árboles cantan.

Una chica sin rostro, una chica sin nombre.
No poseía nada, no pertenecía a nadie.
Veía como el mismo pájaro se posaba en su ventana todos los días, aunque ella no le hiciera aparentemente ni el menor caso.
Aunque la niebla, o el viento o incluso la lluvia, él no dejaba de venir.

Un día le dejo entrar en su morada, y le dio migajas de pan humedecidos en leche, con sumo cuidado.
El pájaro comió pausadamente, el pájaro le pertenecía.
Al día siguiente, no apareció, por primera vez se sintió triste, era su pájaro, ¿Dónde estaba?.
De su rostro sin nombre, cayó una lágrima.




El pájaro no volvió más aunque ella dejaba todos los días, hiciera niebla, viento o incluso lluvia la ventana un poco entreabierta, solo por si acaso su pájaro se le ocurría volver aparecer.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Reinventan-do-(te).

Por muchas reflexiones inadecuadas que recreas en la mente, la realidad es otra.
La palabra soledad se ha arraigado a tu pecho y no te suelta.
Sola, soledad, vacío.
Diste tanto que ya no hay nada.
Los nombres empiezan a emborronarse, tus ojos dejan de humedecerse con tanta frecuencia, ya no bajas la guardia a menos que el cansancio no permita seguir en la barricada, en guardia.
Sin decir palabra, sigues amotinada en tu trinchera personal, viendo pero sin ser vista, saliendo de tu refugio seguro y armado en contadas ocasiones sabiendo que no recibirás ni un simple gracias por tus actos, pero no te importa.

Así, aprendiendo a salir de tu hueco forjando a la vez el límite infranqueable de que nadie volverá a entrar.




Mejor salir, duele menos.


sábado, 7 de diciembre de 2013

La curiosidad.

Evidentemente no eres algo esperado.
Evidentemente, no sabía de tu existencia.
Gracias por dejarme que quitara la maleta del asiento y  diera la oportunidad de que alguien la ocupe, en este caso tú, algo que cuesta de entender.

Sigo creyendo que esto de locos, que todo me sorprende, niños que juegan por primera vez.
Idealizarte no es mi problema, ni el tuyo fiarte de mi. Pero no me habías hablado de ese intercambio de roles.
Puedo aceptar tus cicatrices, e intentar taparlas un poco con la manta del sofá para que no se vean, incluso puedo aceptar ese grado de bipolaridad, seguridad y miedo.
No me importa escuchar tus secretos en formato susurro, ni acariciarte ese pelo negro, cuando vengas con las orejas agachadas, ni oír tus melodías.

Pero puede que tu grado de hecha trizas, no este compatible con el mío. Que tus ojos negros no estén preparados para reflejarse en unos que no sean claros.
Puede que simplemente no tenga el valor como para unir todos los trozos conjuntamente.






Aún así te podrá agradecer algo muy importante, los prototipos, vicios y cánones pueden cambiar en cosa de segundos.